sábado, 21 de noviembre de 2009

LXXXIX

Están las chicas dables. Después vienen las lindas, y después las bonitas. Un escalón arriba aparecen las hermosas, y más allá las preciosas. Luego, vienen las princesas. En el medio de eso están las que, en vez de ser, están terribles. Pero al final de todo están las que simplemente son perfectas, y nada más existen en los colectivos, subtes, o pasillos de edificios que jamás volvemos a transitar. Y encontrarse a dos de esa categoría en el mismo día, y en el mismo colectivo, es tener mucha suerte. O muchas oportunidades y no aprovechar ninguna.

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